viernes, 4 de noviembre de 2016

El alguien de esa persona.

Quiero alguien que me coma con la mirada. Alguien que, si entre la gente me ve a lo lejos, sonría y deje de escuchar lo que le están diciendo. Alguien que corra si sabe que estoy en peligro. Alguien que sienta algo extraño cuando estoy mal, y me llame para preguntarme si estoy bien. Esa persona que cuando te abraza y te dice que no pasa nada, en el fondo tiembla de miedo por ti. Que le duele el corazón cuando te enfadas por su culpa, que sufre cuando no sabe dónde estás y piensa si te habrá pasado algo. No pido tanto, ¿no? Quiero alguien que se preocupe. Que preste atención a cada gesto que realizo para saber cómo soy de verdad. Que te defienda de cualquier ataque, que sepa echarte la bronca sin que lo notes. Que conozca tus puntos débiles, y si no se los muestras, los encuentre.

Es muy fácil de entender: todos queremos alguien que nos erice la piel cuando nos mira, que cuando roce nuestra cintura con sus manos nuestras fuerzas se esfumen. Que nos tiemblen las piernas cuando nos quitan la ropa, que el instante previo a vernos sea un manojo de nervios y emoción.

Todos necesitamos
que alguien sea esa persona,
pero no todos aceptamos
ser el alguien de esa persona.

Ese punto de luz, el que más brilla, es
esa persona.
Párate a pensar que tú también puedes ser
el punto de luz de alguien.


Canción del post: Ya verás-Funambulista https://www.youtube.com/watch?v=rIWRgD32fL4

jueves, 20 de octubre de 2016

4 meses de vida plenamente feliz.

Hoy es 20 de octubre, y se cumplen cuatro meses del día que me cambió la vida. El 20 de junio de 2016 cumplí el sueño que perseguía desde los 12 años, sin duda, el más importante de mis sueños: someterme a una operación de reducción de pecho.

Empecemos por el principio. Era muy niña cuando empecé a desarrollar, lo que supuso burlas en el instituto por parte de muchas personas que parecían no tener corazón. Me han llamado vaca lechera, tetona, y muchas cosas que he preferido borrar de mi memoria. Sacaba sobresalientes en todo, salvo en Educación Física: no me movía, no saltaba, no corría, no bailaba, pues todo suponía un movimiento de pechos que me desagradaba y me avergonzaba profundamente. Tengo que agradecer la comprensión de todos los profesores que he tenido en esta asignatura, yo nunca he escondido mi complejo y ellos siempre me han ayudado (llegando a echar a compañeros de clase por meterse con el tamaño de mi pecho). He de decir que en la mayoría de las ocasiones las burlas procedían de otras chicas; curioso, cuanto menos, que en lugar de apoyarnos unas a otras, tratemos de hacer daño en los puntos débiles de nuestras compañeras. Siempre que he hablado de complejos con otras personas he manifestado mi deseo de operarme, y del problema que para mí suponía tener el pecho grande, sin miedo, sin tapujos, sin vergüenza de contar lo que me atormentaba.

Cada vez que me tenía que mirar al espejo era un sufrimiento para mí. He llorado cuando iba a comprarme ropa interior, cuando me compraba ropa en general (las tallas que tenía que coger no se ajustaban a mi cuerpo, sino que debían ser más grandes para que "me quedasen bien de pecho"), cuando me miraba desnuda al espejo (en pocas ocasiones lo hacía), lloraba cada día porque no era feliz, además de tener una inseguridad que me quitaba las ganas de salir, de arrreglarme, y, sobre todo, me impedía ir a la piscina: jamás he ido más de tres veces a la piscina durante un verano completo hasta este año. Ponerme en bikini delante de la gente era impensable para mí hasta hace cuatro meses. 

Muchas veces he oído comentarios como "no te operes, a los hombres les gustan los pechos grandes", "eres guapísima así, no tienes que cambiar nada", "si tanto complejo tienes, ¿por qué utilizas tanto escote a veces?"... de todas las opiniones y preguntas, la única que siempre me ha molestado ha sido esta última. No está reñido tener complejo de pecho grande y llevar escote. De hecho, tenía su explicación: si utilizaba una prenda de ropa que me cubriese todo el pecho, el bulto era mucho mayor que si llevaba escote, puesto que al tener la mitad del pecho "al aire", se disimulaba mucho y parecía que tenía menos volumen.

Durante los años de mi adolescencia no he podido llevar jamás una prenda de ropa con la espalda al aire, o palabra de honor. Para hacerlo es necesario no utilizar sujetador o, en su defecto, utilizar un sujetador que se vea poco. Para mí eso era imposible. Sin sujetador el pecho caía prácticamente hasta el ombligo, y no podía utilizar uno que no fuese reductor, que me recogiese bien todo el pecho, con tirantas anchas, además de ser siempre negros o beiges, nada de sujetadores bonitos que se pudiesen ver.

Además del problema psicológico, había que añadirle el de salud: mis hombros y mi columna desviada pueden dar fe del problema que suponía tener el pecho tan grande. Dolores continuos de espalda, sobre todo al utilizar tacones, no poder dormir boca abajo, los hombros hundidos por el peso que llevaban el sujetador hacia abajo, no aguantar de pie muchas horas, últimamente minutos, porque enseguida se me cargaba la espalda... un sin fin de problemas físicos y psicológicos que me llevaron a terminar, entre otros motivos, en un psicólogo. He de reconocer que esos meses de charlas con un profesional me ayudaron a muchas cosas, entre otras a asumir cómo era y a quererme como tal, pero el problema seguía ahí y mi idea de operarme no se me iba de la cabeza.

Llegó mi segundo año en Madrid, y una aburrida tarde en la que no tenía nada que hacer, la vida me llevó a ver un vídeo de Dulceida, reconocida youtuber e influencer de moda, en el que contaba su experiencia tras someterse a una reducción de pecho. Vi la felicidad en sus ojos y la envidié. Yo también quería saber lo que se sentía, e inmediatamente empecé a buscar clínicas privadas donde realizasen la operación (puesto que en la Seguridad Social me habían descartado por completo la posibilidad de operarme, pues mi caso "no era tan grave como para financiarme el tratamiento"). Descubrí las Clínicas Diego de León, me convencieron sus técnicas, el precio que ofrecían y el prestigio que parecían tener, y llamé a mi madre para decirle que iba a pedir cita para una primera consulta informativa y gratuita.

Mi madre nunca había sido partidaria de que me operase, tenía miedo de las consecuencias posibles tras una anestesia general y de una posible mala recuperación post operatorio. Pero cuando recibió mi llamada, convencida de hacerlo, supo que tenía que apoyarme. Tanto ella como mi padre, desde el primer momento, me dieron su aprobación y, sobre todo, aceptaron pagar lo que costaba la operación. En cuestión de un mes elegimos la doctora en cuyas manos me pondría, pagamos la fianza y elegí la fecha de la intervención. Tenía quirófano reservado para el 20 de junio, no podía ser más feliz. Mi calvario estaba a punto de finalizar, y yo se lo contaba a todo el mundo.  Toda mi familia y mis amigos me apoyaron, nadie desaprobó mi idea y eso me hizo aún más fuerte. Estaba segura de que todo saldría bien y, sobre todo, de que con 19 años iba a empezar a ser feliz.

Llegó el día y ahí estaban conmigo las personas más importantes de mi vida. Cuando me bajaron a quirófano me moría de miedo, estaba nerviosa por la anestesia, temía que algo fuese mal. Pero las ganas de que me cambiase la vida superaban todo sentimiento negativo. Tras tres horas y media de intervención y un mes de recuperación, mi vida había cambiado. Todo fue sobre ruedas, no se me infectó ninguna herida, no llegué a sentir dolor en ningún momento, no hubo ningún problema. Hoy soy feliz. Llevo siéndolo cuatro meses. Y lo seré el resto de mi vida.

Por último, sólo me queda agradecer a quienes me han apoyado y se han preocupado por mí, de forma especial a mis padres por permitirme hacerlo, a mi hermana por ser mi otra mitad, por vivirlo conmigo al 100%, a mi familia por estar ahí en todo momento, a mis amigos que me han cuidado cada día cuando estaba convaleciente, y, sobre todo, a la doctora Pilar de Frutos y a su equipo, por haberme convertido en una persona feliz y segura de sí misma. Me puse en las mejores manos posibles, hoy no me cabe duda. Siempre le estaré agradecida.

Foto con mi doctora, Pilar de Frutos,
la artífice de mi nueva vida.

domingo, 5 de junio de 2016

Yonki de tus sonrisas.

Hubo un momento en que me sentí como una drogadicta. Yo era la yonki y tu sonrisa era mi droga. Sabía que me hacías daño, que no eras bueno para mí. Pero cuanto peor me hacías sentir, más te buscaba y más quería de ti.

Cada noche que pasaba contigo era como llegar al éxtasis, pero sin tomar ninguna sustancia. Sólo necesitaba que me sonrieses, y besar tus labios para tener esa sensación de felicidad infinita. Me iba a dormir flotando, sabiendo que al despertar me iba a sentir muy mal. Y, en efecto, a la mañana siguiente tenía sensación de resaca, aun sin haber probado una gota de alcohol. Mi espidifen era una conversación contigo, y de nuevo en condiciones para verte una noche de sábado más. Llenarme de ti y vaciarme el domingo a mediodía.

Pero de repente una noche, en aquella discoteca no estaba mi droga. Tú andabas por allí, como siempre, pero tu sonrisa ya no me miraba. Te busqué, tenía mono de ti. Pero no te encontré. El dinero con el que te compraba eran mis abrazos, y parecía que tú ya no los necesitabas. Ese fue el primer sábado de muchos en los que llegué a casa borracha y jurándome que no volvería a beber por ti, que a la mañana siguiente borraría tus recuerdos y me desengancharía de ti.

El camino no fue fácil. De hecho, fue mucho más complicado de lo que yo creía. Cada palabra que mis amigos decían de ti, cada "tienes que olvidarle y pasar de él", cada "apartarte de él es lo mejor que te puede pasar", me parecían ataques directos hacia mí. Tardé mucho tiempo en comprender que tenía un problema y que ellos sólo trataban de ayudarme.

Pero una mañana me desperté y ya no tuve sensación de dolor. Quería verte, pero ya no lo necesitaba. Esa noche fui a la discoteca de siempre y allí estabas tú. ¿Sabes qué sentí? Nada. Miré a mis amigos y les sonreí. Te había apartado de mi mente y gran parte de mi logro se lo debía a ellos. El sufrimiento había terminado, me había desenganchado de tu sonrisa, estaba limpia y había que celebrarlo.

Volví a llegar borracha a casa, pero el domingo no tuve resaca. Simplemente me desperté agradecida, feliz por haber superado mi adicción.






Canción del post: Perro que ladra no muerde, Kiko y Shara.

viernes, 27 de mayo de 2016

Pase lo que pase.

Cuando naces, lo haces con una serie de cosas incluídas, vienen contigo de forma innata. Ser zurdo o diestro, ser rubio o moreno, el color de tus ojos... y el equipo de fútbol del que serás aficionado cuando tengas uso de razón. Por suerte, yo nací siendo del Real Madrid. Resulta muy complicado explicar con palabras lo que eso significa, pero hoy lo voy a intentar.

Ser madridista implica ser odiado por la mayoría. Debes aguantar todo tipo de menosprecios, de risas e incluso insultos por ello. Pero nunca te achantes, debes saber que cada palabra de odio hacia tu equipo, venga de quien venga, tiene una razón común: la envidia. Por ser el mejor club del siglo XX, por haber ganado diez copas de Europa e ir camino de la undécima, por tener más ligas españolas que ninguno. Porque con nosotros han jugado Di Stéfano, Butragueño, Buyo, Chendo, Gento, Hierro, Hugo Sánchez, Juanito, Santillana, Mijatovic, Puskas, Pirri, Ronaldo, Roberto Carlos, Raúl, Zidane, Guti, Casillas, Ramos, Cristiano Ronaldo. Una lista interminable de nombres históricos que han pasado por nuestro club, que han sido y son del Real Madrid, y eso duele para quien no ha podido presumir de tenerles en su equipo.

Pero además, ser madridista supone luchar contra un ejército de soldados que intentarán destruir a tu equipo, que buscarán cualquier excusa para atacar, pero debes saber que estos ataques no sólo vendrán del bando contrario, es que en tu mismo bando hay mercenarios escondidos deseando mirar por encima del hombro al club del que se auto proclaman "seguidores", a sus jugadores, entrenadores, directiva y compañeros de afición.

Ser del Real Madrid conlleva no estar acostumbrado a perder, por lo que cuando esto sucede, lo pasas muy mal, peor que aquellos que tienen asimilado el sufrimiento y llevan la palabra perdedor en la frente. Pero hay que saber aceptar las derrotas, con humildad y con la cabeza muy alta, pues este equipo no se rinde, este equipo lucha y se deja la piel para darnos las mayores alegrías de nuestras vidas.

También es necesario decir que para ser del Real Madrid hay que saber demostrar las cosas con el doble de razones que los demás. Cada jornada se te va a exigir demostrar que tu equipo es el mejor del mundo, que no hay jugadores mejores que los tuyos y que no hay huevos más grandes que los suyos. Pero compensa.

Cuando pierdas se acordarán mucho de ti, pero cuando ellos ganen, también lo harán. Nunca podrán olvidarse de este club y de sus integrantes, no pueden vivir sin nosotros. Somos su peor pesadilla y lo hacen evidente cada vez que abren la boca, dejando claro que ellos son mediocres y que nosotros somos superiores al resto.

Mañana es un día grande. Pase lo que pase al final del partido, nunca olvidaré las lágrimas que recorrieron mis mejillas cuando en el minuto 92:48 el balón de la final de Lisboa se estrelló contra las redes de la portería rojiblanca. Sudamos, temblamos y sufrimos. Pero ganamos.  La ansiada Décima llegó a la cabeza de Ramos, y desde los pies de Bale, Marcelo y Cristiano esta terminó en nuestras manos. Y eso jamás tendrá revancha. No podrán vengarse de nosotros por aquella victoria nunca.

No importa lo que pase mañana, yo voy a seguir estando aquí, apoyándote. Pero ya lo sabes, Real Madrid: vivimos por ti, vence por nosotros. Os pido la victoria, pero sobre todo, os exijo lucha, esfuerzo, coraje, huevos, alma, sudor y pasión. HASTA EL FINAL, VAMOS REAL.

Historia que tú hiciste, historia por hacer.
Porque nadie resiste tus ganas de vencer.
...
Llevo tu camiseta pegada al corazón,
los días que tú juegas, son todo lo que soy.
...
Madrid... Madrid...
Hala Madrid, y nada más,
y nada más, Hala Madrid.

https://www.youtube.com/watch?v=hmQC-XLvTp0

miércoles, 18 de mayo de 2016

Lo urgente y lo importante.

A veces, casi siempre, tardamos mucho en darnos cuenta de lo verdaderamente importante. No sabemos apreciar las cosas hasta que las perdemos, pero entonces es tarde. Y no aprendemos, y olvidamos, y volvemos a poner delante lo urgente en lugar de lo importante.

La diferencia entre lo urgente y lo importante es sencilla: lo primero es aquello a lo que nos dedicamos a diario, lo que nos provoca estrés y ansiedad, lo que nos mantiene la cabeza ocupada y el cuerpo nervioso, lo que creemos vital, cuando en realidad nos quita la vida.
Lo segundo es aquello a lo que normalmente no prestamos atención, dejamos pasar por alto y sólo atendemos a ello cuando creemos que lo vamos a perder o cuando sufrimos por la vía rápida una lección de vida que nos hace parar y contemplar lo que tenemos delante.

Pero siempre esperamos algo que nos haga abrir los ojos, algún hecho que nos diga "frena", un punto de inflexión tras el que ya no volveremos a ser los mismos y, si la vida nos da la oportunidad, y nosotros la aprovechamos, entonces empezaremos a disfrutar de lo que queda, de la belleza de lo inmaterial, de lo bien que sienta lo intangible, en fin, de la vida misma.

Vivimos acelerados, pendientes de las tecnologías, del trabajo, del dinero, de las tareas del hogar, de no fallar, de los compromisos con otros, dejando para otro momento los compromisos con uno mismo. Es decir, sólo atendemos lo urgente. Lo importante lo dejamos para cuando tenemos un rato libre, normalmente pequeño, pisamos de puntillas y muy por encima estas cuestiones, y vuelta a empezar con la rutina de siempre.

Por eso, vamos a darnos prisa, vamos a disfrutar de las relaciones, vamos a comunicarnos con nuestros seres queridos, más cara a cara y menos a través de una pantalla, vamos a juntarnos, a celebrar que cada día que pasa y vemos amanecer es una oportunidad nueva de vivir, vamos a aferrarnos a lo que nos une a los demás, vamos a besarnos y a decirnos cuánto nos queremos, vamos a reír con lo bueno y a compartir lo malo, que así duele menos.

Vamos a tener en cuenta lo importante, porque lo urgente puede esperar, seguirá ahí mañana, pero hay cosas que no esperan, que no dan una segunda oportunidad y que cuando te despiertes un día se habrán ido, ya no podrás ocuparte de ellas ni siquiera en tus ratos libres.


Imagen: Daniel Vega Fotografía

miércoles, 11 de mayo de 2016

La niña que jugaba entre muñecas.

Nada. No queda nada de la niña que fuiste. Tu inocencia se escapó, tus ilusiones se perdieron y tu fragilidad huyó con miedo de ser rota otra vez. Ya no juegas con Barbies, no das la papilla al muñeco ni cambias el pañal de la otra muñeca. Están guardados en un baúl, con tu infancia.

Ya no te vas a la calle a jugar con tus amigas, a imaginar que sois los personajes de esa serie que tanto os gusta ver. Ya no llegas tarde a casa porque "me he caído y con el golpe el reloj se ha parado", ya no buscas excusas convincentes para que te dejen ir con tus amigos media hora más. Ya no tienes que contar el dinero que tienes en el bolsillo a ver si te da para un helado o para un flash, ya no te escondes cuando aparece tu madre porque te has pintado los labios sin su permiso.

Ahora no te preocupa que te vean sola por la calle con un chico, ya no te vas con tus amigos al lugar más oscuro del pueblo para jugar a botella y a "beso, verdad o atrevimiento". Ya no inventas canciones para tu peña, ni te preocupa cambiar todos los años la camiseta de la misma para las fiestas. Ahora no te enfadas porque a tu amiga le gusta el mismo niño de la pandilla que a ti. Ya no te disgustas porque se te ha pasado comprar cromos de tu grupo de música favorito, ni haces los deberes del cole corriendo para poder ver el capítulo de esa novela infantil que tanto te gusta.

Ya no te preocupas porque la cámara no tiene batería y no puedes llevártela para hacerte fotos con tus amigas, ni te asusta salir sin saber dónde están tus amigos, porque no tienes que ir a buscarles por todo el pueblo con más herramienta que tus pies y sin poder llamarles ni mandarles un mensaje, básicamente porque no tienes teléfono móvil. Y si lo tienes, no tienes saldo. Eso ahora no es un problema para ti.

Llegó un momento en que dejaste de tener libertad, aunque tú creyeses que era entonces cuando empezabas a tenerla. Llegó un día en que perdiste la capacidad de disfrutar de la vida, aunque también pensaste que ahí comenzabas a hacerlo. Y ahora te has dado cuenta de que esa fue la mejor etapa de tu vida, y te encantaría volver a reír como lo hacías entonces, pero es muy tarde, porque ya no eres una niña.


Canción: Entre muñecas-Sjk https://www.youtube.com/watch?v=JkVPLASyBhY
Esta canción está ligada a este post porque era uno de mis grupos favoritos de la infancia, perteneciente a mi serie favorita en aquella época (y ahora).

martes, 3 de mayo de 2016

Unir.

La estupidez del ser humano es soberbia. Nos pasamos toda la vida pensando en lo que nos diferencia de los demás, viviendo enfrentados a otros porque hay una gran cantidad de cosas que nos separan. Pero cuando estos se van, entonces lloramos y recordamos todo aquello que nos unía a esas personas. ¿Por qué no hacerlo en vida?

Es decir, por qué no vivir aferrándonos a lo que nos une. Ya habrá tiempo de estar separados, cuando nos vayamos a quién sabe dónde y no volvamos a vernos. Pero mientras tanto, vivamos el presente, agarremos aquello que tenemos en común con las personas de nuestro entorno, y disfrutemos de ello.

La vida es corta y efímera, se va y nos lo arrebata todo en cuestión de segundos. Entonces, por qué vivir la misma buscando problemas, si estos van a venir solos. ¿Sería mejor, tal vez, dedicar nuestro tiempo a dibujar soluciones a lo que se presenta sin quererlo? Quizá esto ayudaría a encontrar la felicidad, esa que tanta falta hace y que parece que nadie puede obtener.
 
Siempre tengo presente una frase que escuché una vez en televisión: la felicidad es un instante entre una “putadita” y otra. Pero si además, entre ambas “putaditas”, en lugar de disfrutar de ese instante, provocas a alguien otra “putadita”, no sólo no estás disfrutando de tu felicidad, sino que estás invadiendo ese instante que los demás tienen, impidiéndoles también a ellos ser felices.

Estas palabras son muy tópicas, parece que todos pensamos así, la teoría es fácil y hasta puede resultar graciosa, pero en la práctica, en el día a día, ¿quién lo cumple de verdad? Nadie. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos dado más importancia a aquello que nos separa de una persona, que no nos gusta de la misma, en lugar de buscar lo que nos atrae y por lo que podemos encontrar una vía de escape para no estropear la buena armonía que poseemos por naturaleza.

Por eso vamos a dejarnos llevar por lo que nos salga desde dentro, vamos a apartarnos del orgullo, el rencor y la prepotencia, vamos a dejar de ser envidiosos, vamos a alegrarnos del bien ajeno y solidarizarnos con el mal mismo. Agarrémonos a lo que nos une y soltemos lo que nos aleja, vivamos en sintonía con nuestro entorno, que no tengamos que llorar de arrepentimiento cuando ya nos haya separado la vida.

lunes, 25 de abril de 2016

No vuelvas, porque no estoy para ti.

Ya no soy la chica de ayer. La que conociste, a la que rompiste en mil pedazos y dejaste tirada esperando a que la fueses a recoger. Guardé durante mucho tiempo la esperanza de que volvieses, de que te arrepintieras de haberme abandonazo y sintieses la necesidad de regresar a mis brazos. Fueron largas noches de desvelo, mirando nuestras fotografías y maldiciendo el momento en que te dejé escapar. Todos los días me juraba que esa lágrima sería la última que derramase por ti. Pero nunca lo conseguía, siempre había una vez más en la que mi cara terminaba inmersa en un mar de agua salada.
Llegué a pensar que eso no terminaría jamás. Pero acabó. Una mañana, al despertar, me dirigí a la cocina. Tomé mi desayuno y al terminar volví a la habitación. Al llegar a la cama, reparé en algo que había encima de la mesilla. Era nuestra fotografía, la que abrazaba cada noche antes de ir a dormir, y en la que reparaba cada mañana nada más abrir los ojos. Esta vez había sido diferente. Había salido de la cama, había empezado mi día sin ni siquiera acordarme de que estabas ahí, en un trozo de papel arrugado de tanto tocarlo. Entonces me di cuenta de que algo dentro de mí había cambiado. Era una nueva etapa que, sin darme cuenta, estaba empezando en ese momento.
A partir de entonces mi vida cambió. Volví a sonreír, a confiar y a creer que la sinceridad, el cariño y el amor existían. Comprendí (aunque me costó su tiempo, por fin lo conseguí) que cuando una persona se marcha de tu vida es porque el destino no la quiere a tu lado, por las razones que sean. Y que solamente se va para dejar el hueco para alguien que sí merece tu compañía, y sobre todo, que sí quiere gozar de la misma. Que si alguien no es para ti no lo será, y que quien tenga que estar, llegará. A su debido tiempo, seguro que más tarde de lo que tú quisieras, pero llegará. Y lo hará como un héroe, que te agarrará la mano y te salvará del pozo en el que te habías metido.
Y ahora vienes otra vez, buscando cobijo donde un día lo necesitaron y tú no lo diste, intentando romper los esquemas de la vida que construí cuando te fuiste. Tantas veces como volviste, tocando mis puntos débiles, haciéndome creer que eras otra persona, tantas veces te creí. Pero hoy juego con ventaja, porque ya no me conoces. No sabes cuáles son mis puntos débiles, ni los encontrarás, porque contigo ya no existen. Se fueron con el dolor, dejando paso a los puntos fuertes, esos que hoy, por mucho que intentes, no vas a derribar. Márchate como lo hiciste aquella última noche de noviembre, que esta vez no dejarás mil pedazos de un corazón roto esperando a que vuelvas a ponerle tiritas. Esta vez queda un corazón fuerte, lleno de guardaespaldas que no permitirán que quiebre al verte partir.

 
 La niebla hoy ha desaparecido, dejando paso a los rayos de luz de un nuevo día.

jueves, 21 de abril de 2016

Por ti, tío Joaquín.

Hoy no es un día cualquiera. Hoy es 21 de abril, con lo que ello conlleva desde hace cinco años. Cada día soy menos partidaria de comentar estas cosas por las redes sociales, pero es que hoy no podía hacer una entrada para mi blog y no dedicártela. Este es mi pequeño homenaje, uno de tantos que te he hecho y te seguiré haciendo mientras viva. Porque aunque ya no estés aquí, entre nosotros sigue vivo tu olor, el sonido de tu risa y la agradable sensación de sentirte cerca cuando cerramos los ojos. Va por ti, tito Joaquín.

Cada noche me voy a dormir pensando en ti, sueño contigo, y despierto pensándote de nuevo. A veces siento que esto sólo es una pesadilla, y que muy pronto terminará viéndote aparecer ante mis ojos. Luego comprendo que eso no va a pasar nunca más, que sólo forma parte de mi imaginación y de mis ganas locas por volverte a abrazar. Te fuiste sin avisar, en silencio, sin querer llamar la atención. No nos diste tiempo de despedirnos, de decirte lo mucho que te queríamos y lo necesario que eras para la familia. Hay momentos en los que creo que mejor así, porque no me gustan las despedidas. Pero joder, un último beso, un último abrazo de quienes más te querían. Pero preferiste marcharte callado, hasta para eso fuiste generoso.

Quienes tuvieron la gran suerte de conocerte no encuentran una mala palabra para ti. No hay nadie que pueda decir algo negativo sobre tu paso por sus vidas. Eras la bondad, la alegría, la generosidad, la diversión. Todo en ti era luz. La única sombra la sembraste aquel 21 de abril de 2011 en nuestras vidas. Aquél día fue gris, lluvioso y triste. Desde entonces, cada 21 de abril lo es. Aquí abajo nada ha vuelto a ser igual. Todo sigue su cauce, la vida no se ha parado, pero en nuestra mente, cada día, hay un recuerdo para ti, sea lo que sea aquello que estemos haciendo. Nada es tan importante como mantenerte presente. Me ha costado mucho imaginarte y no llorar. Ahora sonrío al pensar que te tuve y te disfruté, aunque no lo suficiente.

Tus hijos y tu mujer te extrañan cada día, aunque cada vez son más fuertes, y están aprendiendo a seguir viviendo sin ti, aunque les está costando sudor y lágrimas. De estas últimas, muchas, demasiadas. De tus hermanos, cuñados y sobrinos (ahí estoy yo) no hablo, porque puedes suponer la grieta que tenemos dentro y que nunca sanará. Tus padres viven con el corazón partido, pero ellos han luchado mucho, y lo siguen haciendo, para vencer cada día el dolor que supone la pérdida irreparable de un hijo.

 Y por último... hay dos cosas que me llevan a ti siempre.

La primera es tu sobrina-nieta María. Cómo hubieses disfrutado con ella... y ella contigo. Si vieses la pasión que tiene por tus niños, si pudieses cogerla y jugar con ella como hace Pili... qué pena no poder compartir contigo esa alegría de la que nos llena nuestra niña.

Y la segunda cosa es tu Atleti. No te haces una idea del por culo que nos lleva dando ya tres añitos... allá donde estés, seguro que te estás descojonando de nosotros. Si supieses las cenas que hubieses ganado apostando con mi padre y con Ismael en estos últimos tiempos... Eso sí, seguís sin ganar la Champions. Este año tenéis todas las papeletas, pero espero que no lo hagáis, porque dice tu hijo el mayor que si eso pasa, se rapa el pelo. Y no quiero imaginar lo que pensarías si le vieses así... aunque el orgullo te invadiría por dentro al ver el hombre en que se ha convertido, y cómo cuida de Sergio y de su madre.

Hasta aquí esta carta, añado al final un TE QUIERO y un GRACIAS, porque contigo aprendí, disfruté, reí, bailé y canté (por muy mal que lo hiciéramos los dos). Saluda a nuestro otro ángel, y te pido un último favor... seguid cuidando de nosotros desde ahí arriba.






martes, 19 de abril de 2016

Esta soy yo.

No soy de piedra, y lloro con gran facilidad. Tampoco entro en la talla 38, ni voy siempre depilada, ni mucho menos mi cara está exenta de granos, puntos negros u ojeras. Hay días en los que no me apetece lavarme el pelo, y elijo llevar una coleta, aunque con ella me vea horrible.
También tengo mis momentos de mal humor y malas contestaciones para quien no se lo merece. Y por supuesto hay días en los que no me apetece contestar un mensaje o quedar con alguien que quiere verme. Tengo ataques de bipolaridad, me enfado con chorradas, pero aguanto grandes putadas.
No me gusta que me hagan bromas, es muy fácil picarme y parece que eso lo intuyen y les encanta comprobarlo a todos los que me rodean. A veces tengo la inocente ignorancia de una niña pequeña, y otras la hábil perspicacia que adquirimos con la edad, aunque soy más de lo primero.
Soy muy pava haciendo ejercicio físico, no tengo flexibilidad, si corro me caigo y si ando con tacones, también. Me tropiezo con gran asiduidad, hablo mucho, bastante más de lo que los oídos ajenos puedan soportar, además tengo una voz irritante y suelo ser muy escandalosa cuando me río.
Tengo miedo a perder personas queridas, pánico a los bichos, una terrible inseguridad acerca de mi futuro profesional y un enorme sentido de culpabilidad cuando digo cosas que no pienso en un calentón. Soy cabezona literal y metafóricamente hablando, no me gusta perder y no suelo ganar.
Detesto una parte fundamental de mi cuerpo, del cuerpo femenino. Ellas habitan en mí desde los trece años, aproximadamente, pero gracias a muchas personas, lo harán sólo dos meses más. Por último, de herencia paterna padezco migrañas y de herencia materna soy un terremoto y me agobio con facilidad.
Pero ante todo soy yo. Única, aunque con gran parecido al resto de mujeres de mi edad. Fuerte, aunque con muchos puntos débiles. Luchadora, aunque no siempre vencedora. Sencilla, con puntos de chulería. Simpática, con días de gilipollas. Alegre, con momentos de amargura. Divertida, pero a veces sosa como una patata sin sal. Pero, repito, ante todo soy algo que nunca cambia pase lo que pase: soy yo misma. Sincera y real como la vida que pasa por nuestros ojos y que vivimos con el alma.



Canción del post: Esta soy yo-El sueño de Morfeo

martes, 5 de abril de 2016

Me gusta.

Me gustan las personas valientes. Las que dan un paso adelante sin miedo a lo que eso conlleve. Las que no temen sentir y expresar lo que sienten. Esas que dicen las cosas como las piensan, que lloran para desahogarse y que ríen a carcajada limpia sin importarles el ruido que puedan hacer.
Me gustan los corazones solitarios que a veces necesitan compañía. Esos que van de duros por la vida y que un día se derrumban. Porque todos somos fuertes hasta que llega algo que nos hace extremadamente débiles. Y no pasa nada por demostrarlo de vez en cuando.
Me gustan los que gritan, pero también los que callan. Porque todos, en algún momento, hemos gritado o hemos callado. No siempre estamos de un lado o del otro. A veces estamos en el medio, y debemos comprender a cada bando, porque algún día hemos pertenecido a él.
Me gustan aquellos que expresan su dolor. Que cuentan lo mal que lo han pasado en un momento puntual, o lo mucho que han sufrido por una persona o en alguna situación. No me creo a quienes están siempre felices, a quienes predican que su vida es perfecta y no tienen problemas.
Me gusta la gente comprometida, que defiende lo suyo y a los suyos. A quienes no les importa enfadarse y sacar la cara por algo o alguien que se lo merece. Aquellas personas que saben con quién pueden contar, y les protegen, cuidan y apoyan por encima de cualquier cosa.
Me gustan las imperfecciones. Los defectos, los puntos débiles de cada cuerpo y alma. No existe el ser humano que no haya fallado nunca. Que no tenga un "pero", que no se le pueda reprochar nada. Pero también me gustan las personas que reconocen sus errores y saben pedir perdón.


Este post no tiene canción. Este post no ha necesitado inspiración, porque así soy yo, esos son mis gustos. Y a quien no le guste, que se aleje. Porque estoy completamente segura de que si alguien reprocha alguno de estos puntos... a mí tampoco me gustará.
 

jueves, 10 de marzo de 2016

Todos los besos posibles.

 Yo me pregunto... ¿Dónde van los besos que no damos? ¿Existe un cajón donde guardar las cosas importantes no hechas? ¿Me va a dar la vida otra oportunidad para decirle a mi gente que les quiero, uno por uno? A veces la idiotez humana es suprema.
No abrazamos porque nos da vergüenza... eso es de débiles.
No besamos porque nos da vergüenza... eso es para moñas.
No decimos te quiero porque nos da vergüenza... eso es para románticos.
No lloramos delante de nadie porque nos da vergüenza... eso es de flojos.
No miramos a los ojos del de en frente porque nos da vergüenza... eso es para enamorados.

¿A la muerte le va a dar vergüenza llevarnos?
¿La juventud va a sentir vergüenza por irse, y dejarnos sin fuerza?
¿Y la vida, va a sentir vergüenza de llevarse a nuestros seres queridos?

Dejamos de hacer todo lo que nos apetece o nos llena de felicidad por vergüenza, por miedo, por inseguridad, porque eso no es para nosotros. Hasta que llega un día en que sientes que debes decir te quiero a alguien, dar un beso a otro alguien, o abrazar y no soltar a un tercero. Pero de repente intentas levantarte y no puedes. Estás atrapado en un infierno donde ya no puedes moverte, donde ya no puedes hablar con nadie ni hacer todo aquello a lo que no te atreviste un día. Y es muy tarde para dar marcha atrás. La vida se ha ido y con ella todos tus propósitos para ser feliz.
No hay un cajón con los besos que no diste guardados, ni con los te quiero que no dijiste doblados por la mitad, esperando ser entregados en un sobre con una carta de amor. Tampoco existe el cajón de los perdones que no te atreviste a pedir, ni el de los abrazos que no supiste dar por no levantar los brazos en el momento adecuado.
Ya lo ves, nadie nos va a guardar lo que queremos dar y nos quedamos, ni lo que queremos decir y nos callamos. Así que si hoy te apetece gritar, hazlo. Si mañana te apetece saltar, salta. Si tienes ganas de besar besa, y si lo que quieres es llorar... llora. Porque mañana la vida se habrá ido y habrá un cajón rebosando de cosas por hacer que ya nunca vas a poder abrir.


Canción del post: Todos los besos-Los Rebujitos y la Comparsa de Tarifa.

Esta canción es especial, porque la primera vez que la escuché estaba tumbada en la playa de Tarifa, con un ángel a mi lado llamado Ana. Esa amiga tan especial que vive muy lejos, pero que siempre tengo presente, en todos los momentos de mi vida. Por último es especial porque la comparto con otro ángel, porque sólo él y yo sabemos lo que es escuchar la musiquita del principio y automáticamente, sentir algo en el corazón que te transporta hasta el lado del otro. Te quiero mucho AMIGO, te lo repito a diario, y quiero que lo tengas presente siempre.

martes, 8 de marzo de 2016

¡Mujer!

¡Mujer! Destello de luz cada amanecer. 

¡Mujer! Agua fría que sacia la sed. 

¡Mujer! Valentía callada.

¡MUJER! Única y por todos amada.

Esas manos suaves que se endurecen al tiempo que los años caen encima, esos ojos alegres que todo lo alegran al abrirse. Tu piel, curtida en mil batallas y tu corazón lleno de heridas. Ayer fuiste y mañana serás, no creas que te irás tan fácil. Siempre luchando por tus pequeños y grandes soldados. Por los novatos y los veteranos. Sin olvidar a los que se fueron, ya piensas en los que vendrán. Todo lo controlas, no hay detalle que se te escape ni guerra que no venzas.

Con tu ternura cuidas y proteges,
Desde el vientre hasta la muerte.
Con tu fuerza traes al mundo
Y das la vida por los tuyos.
Con tu amor transmites felicidad,
Y tu sonrisa ilumina cualquier oscuridad.

Si alguien te dice que eres el sexo débil
Es porque eres su debilidad.
Para que una flor crezca la tienen que regar,
Y para que nazca una nueva vida... tú la tienes que gestar.

¡MUJER! Siempre valiente, siempre firme... siempre bella, siempre imprescindible.


PD: este post va dedicado a todas las mujeres, pero en especial a las mujeres de mi vida. Hoy se merecen que las nombre una a una: Angelines, Nuria, Pepa, Emilia, Juana Mari, Aurora, Mariángeles, Tere, Pili, Noelia, Luisi, Maribel, Miriam, Tamara, Mireya, Alba, Lucía, María, Cora, Mari, Raquel, Ana,  Maricarmen y mi seño Emilia. Seguro que me dejo a muchas por el camino, pero con ser lo mitad de buena mujer que cualquiera de ellas, me conformo.

¡FELICIDADES, MUJERES!

Canción del post: Ella-Bebe https://www.youtube.com/watch?v=i7X6nO0R9jA



lunes, 7 de marzo de 2016

Cuando me hablan de ti

Cuando escuches mi nombre, disimula. Gírale la cara a los recuerdos. Tumba de una patada la nostalgia que te produzca pensar en mí. Que nadie se dé cuenta de lo que nos quisimos. Que no se note el dolor que sientes asimilando que ya no estoy en tu vida. Porque si nos alejamos fue por los dos. Ahora seríamos lo que fuimos si no hubiera sido por nosotros.

Qué complejo parece, ¿verdad? Pues a ti te resultó muy fácil entonces. O eso intentaste aparentar. Aunque yo sé que en el fondo, cuando te hablan de mí, sufres. Y al llegar a casa entras en tu habitación, cierras los ojos y piensas en nosotros. En las risas que nos echamos y los besos que nos robamos. En esas miradas que lo decían todo y esas manos juguetonas que acariciaban cada poro de mi piel con una sonrisa pícara. Sientes cómo la espada del pasado te atraviesa, y con ella mi esencia. El sabor de mi cuello y el aroma de mi pelo. Conozco cada paso que das cuando escuchas mi nombre o te cuentan de mí.
Lo conozco porque cuando me hablan de ti a mí me pasa lo mismo. Me hago preguntas sin respuestas, o con estas ya aprendidas. Si alguien me dice su nombre y coincide con el tuyo, automáticamente mi mente lo pone en la lista del "no". Porque aún te siento tan dentro que no hay cabida para nadie más.

Solo espero que la piel no se nos erice cuando nos veamos. Porque te juro que como ese sentimiento recorra mi cuerpo, no respondo de mis actos. No prometo disimular, no me comprometo a girarte la cara y hacer como si nada. Te juro que te vas a acordar de lo que fuimos. Han sido demasiadas las patadas que he dado a la añoranza de lo vivido contigo. La poca fuerza que me queda, la reservo para levantar los brazos y rodear tu cintura cuando te vea, como hice tantas veces en la oscuridad de aquella calleja. Para que mis dedos recorran tu espalda, para que mis ojos se cierren al son de tus caricias. Mi fuerza será tuya, como lo fui yo tantas noches de verano, otoño y primavera. Y me da igual que entonces sea invierno.

Pero si me hablan de ti... tú tranquilo, que yo disimulo.



Canción de este post: Cuando me hablan de ti-La Húngara

domingo, 6 de marzo de 2016

Niña voladora.

¡Escucha niña! Sal a la calle y vuela.
...
¿Que no tienes alas? ¿Quién ha dicho eso?
...
Es cierto, no te salen dos raíces blancas de los hombros, que al agitarlas te levantan del suelo. Está bien, está bien. Olvida las alas. Tampoco estás dormida y sueñas. A veces lloras sin tener lágrimas, ¿no? Y una última cosa... ¿nunca has sentido que estabas flotando, aun teniendo los pies en el suelo? A eso me refiero, niña. No ver algo no significa que no lo tengas.
...
Tus alas son la valentía, la fuerza y las ganas de volar.
Tus alas son la felicidad que buscas.
Tus alas son las personas que te acompañarán en el vuelo.
Tus alas son la tranquilidad de saber que te esperan a tu regreso.
Tus alas son las risas que te vas a echar cuando estés en el aire.
...
¿Qué más necesitas para irte de viaje, que un billete de ida y una maleta llena? Es el momento de coger el timón, soltar todo lo que te sobra, lo que pesa, lo que te impide despegar. Hay veces que resulta muy difícil, sí, pero solo depende de ti hacerlo, de tu voluntad y tu decisión. ¿Hasta cuándo vas a pensar que no tienes alas? ¿Cuándo vas a dejar de creer lo que te digan? ¿En qué momento vas a mandar tú sobre tu vida? Ya te respondo yo: cuando tú quieras.
...
Un domingo soleado es un buen día para echar a volar, dejando atrás lo que no te gusta, lo que te impedía salir a la calle. Hazlo hoy y mañana te alegrarás. Porque igual el domingo que viene es tarde, y el lunes será un día más en tu letargo. Date tiempo en tu vuelo para hacer todo lo que te apetezca. Échate unas risas y unos bailes. Duérmete la siesta, tómate un donut de chocolate y besa los labios que sepan a fresa.
...
¡Escucha niña! Sobre todo no olvides hacerlo mientras vuelas, porque en cualquier momento alguien vendrá a intentar cortarte las alas para que caigas al suelo.


Foto: Daniel Vega Fotografía (www.facebook.com/DanielVegaFotografia)
Canción del post: Niña voladora-Juanito Makandé.

viernes, 4 de marzo de 2016

Si los hombres han llegado hasta la luna.

Hay momentos en la vida en que sentimos que ya no podemos más. Que hemos dado todo de nosotros, y que ha llegado el momento de parar. No me refiero al deseo de desaparecer, sino al de dejar a un lado aquello por lo que hemos luchado durante mucho tiempo, porque pensamos que es inútil seguir intentándolo y que no lo vamos a conseguir nunca. Todos hemos tenido esa sensación alguna vez, y el que diga lo contrario, miente. Y yo me pregunto... ¿qué se puede hacer ante ese sentimiento de fracaso, de impotencia, de no poder más, de haber llegado al final de la lucha? Hay muchas respuestas posibles, a mí solo se me viene a la mente una: pensar en todo lo que ya has logrado antes, a lo largo de tu vida. Si eso fue viable, ¿qué hay que no puedas hacer? Eres invencible, ya te lo has demostrado en otras ocasiones. ¿Por qué ahora iba a ser distinto?
Si los hombres han llegado hasta la luna,
Si desde Sevilla puedo hablar con alguien que esté en Nueva York,
Si la medicina cura lo que antes era una muerte segura,
Dime, ¿por qué no lo vamos a intentar?
Hay una frase que se repite a lo largo de nuestros días, que tarde o temprano la volvemos a escuchar una y otra vez... Dicen que todo tiene solución menos la muerte. ¿Es que acaso esto no es cierto? Mientras estés vivo, mientras tengas el poder de despertar cada mañana, ¿hay algo que no puedas conseguir? Lo más difícil es vivir, y ya lo estás haciendo con éxito. Decía una grande al menos para mí como Rocío Jurado que el mayor espectáculo de la vida es ver amanecer. Y tenía razón. Por desgracia hay muchas personas que cada día emanan su último suspiro. Que se van y ya no regresan jamás. Que parten a quién sabe dónde, dejando muchas cosas por hacer. Es entonces cuando ya no hay marcha atrás, cuando ya no puedes dar el paso de intentarlo una vez más.
Si la bella con un beso convirtió a la bestia en un galán,
Si las flores se marchitan y más tarde vuelven a brotar,
Si hay abuelos que se quieren, y su amor es todo lo que tienen,
Dime, ¿por qué no lo vamos a intentar?
Porque yo también he tenido esta sensación alguna vez, porque yo también creí un día que ya no podía intentarlo más, y empujé otro poquito y lo conseguí. Porque nada de lo que nos parece terriblemente grave es tal. Porque aunque hayamos perdido muchas batallas, mientras tengamos las armas suficientes para luchar, la guerra no está perdida. Esas armas se llaman vida, y lo primero a lo que tenemos que derrotar es a nosotros mismos: a nuestros miedos, al orgullo, a la inseguridad. A esa voz que nos dice "no puedes". Porque cuando nos vayamos y no tengamos opción de regresar, esa voz egoísta va a desaparecer para ir a por otra persona a quien derrotar, y en su lugar nos dejará para siempre una voz sustituta que nos dirá constantemente: por qué no lo intenté una vez más.


Canción del post: Si los hombres han llegado hasta la luna-Siempre así.

Cuestión de piel.

He dado muchas vueltas al tema de cómo estrenar este blog. Y qué mejor forma que poniendo por título una frase de Vanesa Martín. Pero de ella os hablaré otro día. ¿Por qué ese título? Porque en este blog quiero transmitir desde dentro de mí. Lo que mi alma me pide, lo que mi piel siente.
Siempre me ha encantado escribir, y todos los que me conocen, lo saben. Desde bien pequeña redactaba noticias, reescribía cuentos y plasmaba en un papel todo lo que se me venía a la mente. Siempre escuché la frase "de mayor tienes que trabajar en lo tuyo, en lo que a ti te guste". Poco tardé en comprender que lo mío era contar. Sí, contar algo, daba igual el qué. Me encantaba explicar a todo el mundo mis vivencias, contar historias y también escucharlas. Nunca me quedaba una pregunta por hacer, por muy inoportuna o entrometida que esta fuera.
Cuando crecí y llegó el momento de marcharme del colegio, de empezar el instituto la etapa más maravillosa de mi vida, alguien me dijo una frase que grabé a fuego en mi memoria: "cuando salgas de ahí, camino de la Universidad, tienes que ir mínimo a por Periodismo. Luego haces lo que te dé la gana, cualquier otra cosa que te llame la atención. Pero primero, Periodismo". Desde entonces supe el significado de lo que significaba "estudiar lo mío".
Ahí empecé a darle vueltas y hoy, siete años y medio después, estoy haciendo lo que me gusta. Ya es el segundo año y, aunque muchos se hayan empeñado en ponerme piedras en el camino, aunque mi mente me haya jugado malas pasadas haciéndome creer que esto no era lo mío y que tenía que dejarlo y cambiar de opción, siempre he seguido creyendo que yo he nacido para ser Periodista.
He escrito mucho, dedicado y sin dedicar, inventado o real, pensando en mí y en los demás. Pero nunca me he atrevido a dar el paso de hacerlo público. Hoy empiezo un caminito que espero que compartáis conmigo, que os guste y que si no es así, me lo hagáis saber. Me encanta aprender y mejorar. Y qué mejor forma, que escuchando a los demás. Después de todo, en eso consiste ser Periodista, mi futura profesión: contar algo a la gente, que eso, para bien o para mal, les impacte, y te digan si les gusta o no cómo lo haces. Pues aquí estoy, abriéndome al mundo que me espera el resto de mi vida. Ojalá quienes me queréis me sigáis de la mano. Con eso habrá merecido la pena el esfuerzo.
¡GRACIAS POR LEERME!

Pd: siempre voy a adjuntar una canción a mis escritos. Hoy, para inaugurar el blog, y haciendo honores al título de la entrada, os dejo una letra que llega al alma y roza la piel.
Polvo de mariposas-Vanesa Martín. https://www.youtube.com/watch?v=HagNaNs1ejA