martes, 3 de mayo de 2016

Unir.

La estupidez del ser humano es soberbia. Nos pasamos toda la vida pensando en lo que nos diferencia de los demás, viviendo enfrentados a otros porque hay una gran cantidad de cosas que nos separan. Pero cuando estos se van, entonces lloramos y recordamos todo aquello que nos unía a esas personas. ¿Por qué no hacerlo en vida?

Es decir, por qué no vivir aferrándonos a lo que nos une. Ya habrá tiempo de estar separados, cuando nos vayamos a quién sabe dónde y no volvamos a vernos. Pero mientras tanto, vivamos el presente, agarremos aquello que tenemos en común con las personas de nuestro entorno, y disfrutemos de ello.

La vida es corta y efímera, se va y nos lo arrebata todo en cuestión de segundos. Entonces, por qué vivir la misma buscando problemas, si estos van a venir solos. ¿Sería mejor, tal vez, dedicar nuestro tiempo a dibujar soluciones a lo que se presenta sin quererlo? Quizá esto ayudaría a encontrar la felicidad, esa que tanta falta hace y que parece que nadie puede obtener.
 
Siempre tengo presente una frase que escuché una vez en televisión: la felicidad es un instante entre una “putadita” y otra. Pero si además, entre ambas “putaditas”, en lugar de disfrutar de ese instante, provocas a alguien otra “putadita”, no sólo no estás disfrutando de tu felicidad, sino que estás invadiendo ese instante que los demás tienen, impidiéndoles también a ellos ser felices.

Estas palabras son muy tópicas, parece que todos pensamos así, la teoría es fácil y hasta puede resultar graciosa, pero en la práctica, en el día a día, ¿quién lo cumple de verdad? Nadie. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos dado más importancia a aquello que nos separa de una persona, que no nos gusta de la misma, en lugar de buscar lo que nos atrae y por lo que podemos encontrar una vía de escape para no estropear la buena armonía que poseemos por naturaleza.

Por eso vamos a dejarnos llevar por lo que nos salga desde dentro, vamos a apartarnos del orgullo, el rencor y la prepotencia, vamos a dejar de ser envidiosos, vamos a alegrarnos del bien ajeno y solidarizarnos con el mal mismo. Agarrémonos a lo que nos une y soltemos lo que nos aleja, vivamos en sintonía con nuestro entorno, que no tengamos que llorar de arrepentimiento cuando ya nos haya separado la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario