viernes, 27 de mayo de 2016

Pase lo que pase.

Cuando naces, lo haces con una serie de cosas incluídas, vienen contigo de forma innata. Ser zurdo o diestro, ser rubio o moreno, el color de tus ojos... y el equipo de fútbol del que serás aficionado cuando tengas uso de razón. Por suerte, yo nací siendo del Real Madrid. Resulta muy complicado explicar con palabras lo que eso significa, pero hoy lo voy a intentar.

Ser madridista implica ser odiado por la mayoría. Debes aguantar todo tipo de menosprecios, de risas e incluso insultos por ello. Pero nunca te achantes, debes saber que cada palabra de odio hacia tu equipo, venga de quien venga, tiene una razón común: la envidia. Por ser el mejor club del siglo XX, por haber ganado diez copas de Europa e ir camino de la undécima, por tener más ligas españolas que ninguno. Porque con nosotros han jugado Di Stéfano, Butragueño, Buyo, Chendo, Gento, Hierro, Hugo Sánchez, Juanito, Santillana, Mijatovic, Puskas, Pirri, Ronaldo, Roberto Carlos, Raúl, Zidane, Guti, Casillas, Ramos, Cristiano Ronaldo. Una lista interminable de nombres históricos que han pasado por nuestro club, que han sido y son del Real Madrid, y eso duele para quien no ha podido presumir de tenerles en su equipo.

Pero además, ser madridista supone luchar contra un ejército de soldados que intentarán destruir a tu equipo, que buscarán cualquier excusa para atacar, pero debes saber que estos ataques no sólo vendrán del bando contrario, es que en tu mismo bando hay mercenarios escondidos deseando mirar por encima del hombro al club del que se auto proclaman "seguidores", a sus jugadores, entrenadores, directiva y compañeros de afición.

Ser del Real Madrid conlleva no estar acostumbrado a perder, por lo que cuando esto sucede, lo pasas muy mal, peor que aquellos que tienen asimilado el sufrimiento y llevan la palabra perdedor en la frente. Pero hay que saber aceptar las derrotas, con humildad y con la cabeza muy alta, pues este equipo no se rinde, este equipo lucha y se deja la piel para darnos las mayores alegrías de nuestras vidas.

También es necesario decir que para ser del Real Madrid hay que saber demostrar las cosas con el doble de razones que los demás. Cada jornada se te va a exigir demostrar que tu equipo es el mejor del mundo, que no hay jugadores mejores que los tuyos y que no hay huevos más grandes que los suyos. Pero compensa.

Cuando pierdas se acordarán mucho de ti, pero cuando ellos ganen, también lo harán. Nunca podrán olvidarse de este club y de sus integrantes, no pueden vivir sin nosotros. Somos su peor pesadilla y lo hacen evidente cada vez que abren la boca, dejando claro que ellos son mediocres y que nosotros somos superiores al resto.

Mañana es un día grande. Pase lo que pase al final del partido, nunca olvidaré las lágrimas que recorrieron mis mejillas cuando en el minuto 92:48 el balón de la final de Lisboa se estrelló contra las redes de la portería rojiblanca. Sudamos, temblamos y sufrimos. Pero ganamos.  La ansiada Décima llegó a la cabeza de Ramos, y desde los pies de Bale, Marcelo y Cristiano esta terminó en nuestras manos. Y eso jamás tendrá revancha. No podrán vengarse de nosotros por aquella victoria nunca.

No importa lo que pase mañana, yo voy a seguir estando aquí, apoyándote. Pero ya lo sabes, Real Madrid: vivimos por ti, vence por nosotros. Os pido la victoria, pero sobre todo, os exijo lucha, esfuerzo, coraje, huevos, alma, sudor y pasión. HASTA EL FINAL, VAMOS REAL.

Historia que tú hiciste, historia por hacer.
Porque nadie resiste tus ganas de vencer.
...
Llevo tu camiseta pegada al corazón,
los días que tú juegas, son todo lo que soy.
...
Madrid... Madrid...
Hala Madrid, y nada más,
y nada más, Hala Madrid.

https://www.youtube.com/watch?v=hmQC-XLvTp0

miércoles, 18 de mayo de 2016

Lo urgente y lo importante.

A veces, casi siempre, tardamos mucho en darnos cuenta de lo verdaderamente importante. No sabemos apreciar las cosas hasta que las perdemos, pero entonces es tarde. Y no aprendemos, y olvidamos, y volvemos a poner delante lo urgente en lugar de lo importante.

La diferencia entre lo urgente y lo importante es sencilla: lo primero es aquello a lo que nos dedicamos a diario, lo que nos provoca estrés y ansiedad, lo que nos mantiene la cabeza ocupada y el cuerpo nervioso, lo que creemos vital, cuando en realidad nos quita la vida.
Lo segundo es aquello a lo que normalmente no prestamos atención, dejamos pasar por alto y sólo atendemos a ello cuando creemos que lo vamos a perder o cuando sufrimos por la vía rápida una lección de vida que nos hace parar y contemplar lo que tenemos delante.

Pero siempre esperamos algo que nos haga abrir los ojos, algún hecho que nos diga "frena", un punto de inflexión tras el que ya no volveremos a ser los mismos y, si la vida nos da la oportunidad, y nosotros la aprovechamos, entonces empezaremos a disfrutar de lo que queda, de la belleza de lo inmaterial, de lo bien que sienta lo intangible, en fin, de la vida misma.

Vivimos acelerados, pendientes de las tecnologías, del trabajo, del dinero, de las tareas del hogar, de no fallar, de los compromisos con otros, dejando para otro momento los compromisos con uno mismo. Es decir, sólo atendemos lo urgente. Lo importante lo dejamos para cuando tenemos un rato libre, normalmente pequeño, pisamos de puntillas y muy por encima estas cuestiones, y vuelta a empezar con la rutina de siempre.

Por eso, vamos a darnos prisa, vamos a disfrutar de las relaciones, vamos a comunicarnos con nuestros seres queridos, más cara a cara y menos a través de una pantalla, vamos a juntarnos, a celebrar que cada día que pasa y vemos amanecer es una oportunidad nueva de vivir, vamos a aferrarnos a lo que nos une a los demás, vamos a besarnos y a decirnos cuánto nos queremos, vamos a reír con lo bueno y a compartir lo malo, que así duele menos.

Vamos a tener en cuenta lo importante, porque lo urgente puede esperar, seguirá ahí mañana, pero hay cosas que no esperan, que no dan una segunda oportunidad y que cuando te despiertes un día se habrán ido, ya no podrás ocuparte de ellas ni siquiera en tus ratos libres.


Imagen: Daniel Vega Fotografía

miércoles, 11 de mayo de 2016

La niña que jugaba entre muñecas.

Nada. No queda nada de la niña que fuiste. Tu inocencia se escapó, tus ilusiones se perdieron y tu fragilidad huyó con miedo de ser rota otra vez. Ya no juegas con Barbies, no das la papilla al muñeco ni cambias el pañal de la otra muñeca. Están guardados en un baúl, con tu infancia.

Ya no te vas a la calle a jugar con tus amigas, a imaginar que sois los personajes de esa serie que tanto os gusta ver. Ya no llegas tarde a casa porque "me he caído y con el golpe el reloj se ha parado", ya no buscas excusas convincentes para que te dejen ir con tus amigos media hora más. Ya no tienes que contar el dinero que tienes en el bolsillo a ver si te da para un helado o para un flash, ya no te escondes cuando aparece tu madre porque te has pintado los labios sin su permiso.

Ahora no te preocupa que te vean sola por la calle con un chico, ya no te vas con tus amigos al lugar más oscuro del pueblo para jugar a botella y a "beso, verdad o atrevimiento". Ya no inventas canciones para tu peña, ni te preocupa cambiar todos los años la camiseta de la misma para las fiestas. Ahora no te enfadas porque a tu amiga le gusta el mismo niño de la pandilla que a ti. Ya no te disgustas porque se te ha pasado comprar cromos de tu grupo de música favorito, ni haces los deberes del cole corriendo para poder ver el capítulo de esa novela infantil que tanto te gusta.

Ya no te preocupas porque la cámara no tiene batería y no puedes llevártela para hacerte fotos con tus amigas, ni te asusta salir sin saber dónde están tus amigos, porque no tienes que ir a buscarles por todo el pueblo con más herramienta que tus pies y sin poder llamarles ni mandarles un mensaje, básicamente porque no tienes teléfono móvil. Y si lo tienes, no tienes saldo. Eso ahora no es un problema para ti.

Llegó un momento en que dejaste de tener libertad, aunque tú creyeses que era entonces cuando empezabas a tenerla. Llegó un día en que perdiste la capacidad de disfrutar de la vida, aunque también pensaste que ahí comenzabas a hacerlo. Y ahora te has dado cuenta de que esa fue la mejor etapa de tu vida, y te encantaría volver a reír como lo hacías entonces, pero es muy tarde, porque ya no eres una niña.


Canción: Entre muñecas-Sjk https://www.youtube.com/watch?v=JkVPLASyBhY
Esta canción está ligada a este post porque era uno de mis grupos favoritos de la infancia, perteneciente a mi serie favorita en aquella época (y ahora).

martes, 3 de mayo de 2016

Unir.

La estupidez del ser humano es soberbia. Nos pasamos toda la vida pensando en lo que nos diferencia de los demás, viviendo enfrentados a otros porque hay una gran cantidad de cosas que nos separan. Pero cuando estos se van, entonces lloramos y recordamos todo aquello que nos unía a esas personas. ¿Por qué no hacerlo en vida?

Es decir, por qué no vivir aferrándonos a lo que nos une. Ya habrá tiempo de estar separados, cuando nos vayamos a quién sabe dónde y no volvamos a vernos. Pero mientras tanto, vivamos el presente, agarremos aquello que tenemos en común con las personas de nuestro entorno, y disfrutemos de ello.

La vida es corta y efímera, se va y nos lo arrebata todo en cuestión de segundos. Entonces, por qué vivir la misma buscando problemas, si estos van a venir solos. ¿Sería mejor, tal vez, dedicar nuestro tiempo a dibujar soluciones a lo que se presenta sin quererlo? Quizá esto ayudaría a encontrar la felicidad, esa que tanta falta hace y que parece que nadie puede obtener.
 
Siempre tengo presente una frase que escuché una vez en televisión: la felicidad es un instante entre una “putadita” y otra. Pero si además, entre ambas “putaditas”, en lugar de disfrutar de ese instante, provocas a alguien otra “putadita”, no sólo no estás disfrutando de tu felicidad, sino que estás invadiendo ese instante que los demás tienen, impidiéndoles también a ellos ser felices.

Estas palabras son muy tópicas, parece que todos pensamos así, la teoría es fácil y hasta puede resultar graciosa, pero en la práctica, en el día a día, ¿quién lo cumple de verdad? Nadie. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos dado más importancia a aquello que nos separa de una persona, que no nos gusta de la misma, en lugar de buscar lo que nos atrae y por lo que podemos encontrar una vía de escape para no estropear la buena armonía que poseemos por naturaleza.

Por eso vamos a dejarnos llevar por lo que nos salga desde dentro, vamos a apartarnos del orgullo, el rencor y la prepotencia, vamos a dejar de ser envidiosos, vamos a alegrarnos del bien ajeno y solidarizarnos con el mal mismo. Agarrémonos a lo que nos une y soltemos lo que nos aleja, vivamos en sintonía con nuestro entorno, que no tengamos que llorar de arrepentimiento cuando ya nos haya separado la vida.