lunes, 25 de abril de 2016

No vuelvas, porque no estoy para ti.

Ya no soy la chica de ayer. La que conociste, a la que rompiste en mil pedazos y dejaste tirada esperando a que la fueses a recoger. Guardé durante mucho tiempo la esperanza de que volvieses, de que te arrepintieras de haberme abandonazo y sintieses la necesidad de regresar a mis brazos. Fueron largas noches de desvelo, mirando nuestras fotografías y maldiciendo el momento en que te dejé escapar. Todos los días me juraba que esa lágrima sería la última que derramase por ti. Pero nunca lo conseguía, siempre había una vez más en la que mi cara terminaba inmersa en un mar de agua salada.
Llegué a pensar que eso no terminaría jamás. Pero acabó. Una mañana, al despertar, me dirigí a la cocina. Tomé mi desayuno y al terminar volví a la habitación. Al llegar a la cama, reparé en algo que había encima de la mesilla. Era nuestra fotografía, la que abrazaba cada noche antes de ir a dormir, y en la que reparaba cada mañana nada más abrir los ojos. Esta vez había sido diferente. Había salido de la cama, había empezado mi día sin ni siquiera acordarme de que estabas ahí, en un trozo de papel arrugado de tanto tocarlo. Entonces me di cuenta de que algo dentro de mí había cambiado. Era una nueva etapa que, sin darme cuenta, estaba empezando en ese momento.
A partir de entonces mi vida cambió. Volví a sonreír, a confiar y a creer que la sinceridad, el cariño y el amor existían. Comprendí (aunque me costó su tiempo, por fin lo conseguí) que cuando una persona se marcha de tu vida es porque el destino no la quiere a tu lado, por las razones que sean. Y que solamente se va para dejar el hueco para alguien que sí merece tu compañía, y sobre todo, que sí quiere gozar de la misma. Que si alguien no es para ti no lo será, y que quien tenga que estar, llegará. A su debido tiempo, seguro que más tarde de lo que tú quisieras, pero llegará. Y lo hará como un héroe, que te agarrará la mano y te salvará del pozo en el que te habías metido.
Y ahora vienes otra vez, buscando cobijo donde un día lo necesitaron y tú no lo diste, intentando romper los esquemas de la vida que construí cuando te fuiste. Tantas veces como volviste, tocando mis puntos débiles, haciéndome creer que eras otra persona, tantas veces te creí. Pero hoy juego con ventaja, porque ya no me conoces. No sabes cuáles son mis puntos débiles, ni los encontrarás, porque contigo ya no existen. Se fueron con el dolor, dejando paso a los puntos fuertes, esos que hoy, por mucho que intentes, no vas a derribar. Márchate como lo hiciste aquella última noche de noviembre, que esta vez no dejarás mil pedazos de un corazón roto esperando a que vuelvas a ponerle tiritas. Esta vez queda un corazón fuerte, lleno de guardaespaldas que no permitirán que quiebre al verte partir.

 
 La niebla hoy ha desaparecido, dejando paso a los rayos de luz de un nuevo día.

jueves, 21 de abril de 2016

Por ti, tío Joaquín.

Hoy no es un día cualquiera. Hoy es 21 de abril, con lo que ello conlleva desde hace cinco años. Cada día soy menos partidaria de comentar estas cosas por las redes sociales, pero es que hoy no podía hacer una entrada para mi blog y no dedicártela. Este es mi pequeño homenaje, uno de tantos que te he hecho y te seguiré haciendo mientras viva. Porque aunque ya no estés aquí, entre nosotros sigue vivo tu olor, el sonido de tu risa y la agradable sensación de sentirte cerca cuando cerramos los ojos. Va por ti, tito Joaquín.

Cada noche me voy a dormir pensando en ti, sueño contigo, y despierto pensándote de nuevo. A veces siento que esto sólo es una pesadilla, y que muy pronto terminará viéndote aparecer ante mis ojos. Luego comprendo que eso no va a pasar nunca más, que sólo forma parte de mi imaginación y de mis ganas locas por volverte a abrazar. Te fuiste sin avisar, en silencio, sin querer llamar la atención. No nos diste tiempo de despedirnos, de decirte lo mucho que te queríamos y lo necesario que eras para la familia. Hay momentos en los que creo que mejor así, porque no me gustan las despedidas. Pero joder, un último beso, un último abrazo de quienes más te querían. Pero preferiste marcharte callado, hasta para eso fuiste generoso.

Quienes tuvieron la gran suerte de conocerte no encuentran una mala palabra para ti. No hay nadie que pueda decir algo negativo sobre tu paso por sus vidas. Eras la bondad, la alegría, la generosidad, la diversión. Todo en ti era luz. La única sombra la sembraste aquel 21 de abril de 2011 en nuestras vidas. Aquél día fue gris, lluvioso y triste. Desde entonces, cada 21 de abril lo es. Aquí abajo nada ha vuelto a ser igual. Todo sigue su cauce, la vida no se ha parado, pero en nuestra mente, cada día, hay un recuerdo para ti, sea lo que sea aquello que estemos haciendo. Nada es tan importante como mantenerte presente. Me ha costado mucho imaginarte y no llorar. Ahora sonrío al pensar que te tuve y te disfruté, aunque no lo suficiente.

Tus hijos y tu mujer te extrañan cada día, aunque cada vez son más fuertes, y están aprendiendo a seguir viviendo sin ti, aunque les está costando sudor y lágrimas. De estas últimas, muchas, demasiadas. De tus hermanos, cuñados y sobrinos (ahí estoy yo) no hablo, porque puedes suponer la grieta que tenemos dentro y que nunca sanará. Tus padres viven con el corazón partido, pero ellos han luchado mucho, y lo siguen haciendo, para vencer cada día el dolor que supone la pérdida irreparable de un hijo.

 Y por último... hay dos cosas que me llevan a ti siempre.

La primera es tu sobrina-nieta María. Cómo hubieses disfrutado con ella... y ella contigo. Si vieses la pasión que tiene por tus niños, si pudieses cogerla y jugar con ella como hace Pili... qué pena no poder compartir contigo esa alegría de la que nos llena nuestra niña.

Y la segunda cosa es tu Atleti. No te haces una idea del por culo que nos lleva dando ya tres añitos... allá donde estés, seguro que te estás descojonando de nosotros. Si supieses las cenas que hubieses ganado apostando con mi padre y con Ismael en estos últimos tiempos... Eso sí, seguís sin ganar la Champions. Este año tenéis todas las papeletas, pero espero que no lo hagáis, porque dice tu hijo el mayor que si eso pasa, se rapa el pelo. Y no quiero imaginar lo que pensarías si le vieses así... aunque el orgullo te invadiría por dentro al ver el hombre en que se ha convertido, y cómo cuida de Sergio y de su madre.

Hasta aquí esta carta, añado al final un TE QUIERO y un GRACIAS, porque contigo aprendí, disfruté, reí, bailé y canté (por muy mal que lo hiciéramos los dos). Saluda a nuestro otro ángel, y te pido un último favor... seguid cuidando de nosotros desde ahí arriba.






martes, 19 de abril de 2016

Esta soy yo.

No soy de piedra, y lloro con gran facilidad. Tampoco entro en la talla 38, ni voy siempre depilada, ni mucho menos mi cara está exenta de granos, puntos negros u ojeras. Hay días en los que no me apetece lavarme el pelo, y elijo llevar una coleta, aunque con ella me vea horrible.
También tengo mis momentos de mal humor y malas contestaciones para quien no se lo merece. Y por supuesto hay días en los que no me apetece contestar un mensaje o quedar con alguien que quiere verme. Tengo ataques de bipolaridad, me enfado con chorradas, pero aguanto grandes putadas.
No me gusta que me hagan bromas, es muy fácil picarme y parece que eso lo intuyen y les encanta comprobarlo a todos los que me rodean. A veces tengo la inocente ignorancia de una niña pequeña, y otras la hábil perspicacia que adquirimos con la edad, aunque soy más de lo primero.
Soy muy pava haciendo ejercicio físico, no tengo flexibilidad, si corro me caigo y si ando con tacones, también. Me tropiezo con gran asiduidad, hablo mucho, bastante más de lo que los oídos ajenos puedan soportar, además tengo una voz irritante y suelo ser muy escandalosa cuando me río.
Tengo miedo a perder personas queridas, pánico a los bichos, una terrible inseguridad acerca de mi futuro profesional y un enorme sentido de culpabilidad cuando digo cosas que no pienso en un calentón. Soy cabezona literal y metafóricamente hablando, no me gusta perder y no suelo ganar.
Detesto una parte fundamental de mi cuerpo, del cuerpo femenino. Ellas habitan en mí desde los trece años, aproximadamente, pero gracias a muchas personas, lo harán sólo dos meses más. Por último, de herencia paterna padezco migrañas y de herencia materna soy un terremoto y me agobio con facilidad.
Pero ante todo soy yo. Única, aunque con gran parecido al resto de mujeres de mi edad. Fuerte, aunque con muchos puntos débiles. Luchadora, aunque no siempre vencedora. Sencilla, con puntos de chulería. Simpática, con días de gilipollas. Alegre, con momentos de amargura. Divertida, pero a veces sosa como una patata sin sal. Pero, repito, ante todo soy algo que nunca cambia pase lo que pase: soy yo misma. Sincera y real como la vida que pasa por nuestros ojos y que vivimos con el alma.



Canción del post: Esta soy yo-El sueño de Morfeo

martes, 5 de abril de 2016

Me gusta.

Me gustan las personas valientes. Las que dan un paso adelante sin miedo a lo que eso conlleve. Las que no temen sentir y expresar lo que sienten. Esas que dicen las cosas como las piensan, que lloran para desahogarse y que ríen a carcajada limpia sin importarles el ruido que puedan hacer.
Me gustan los corazones solitarios que a veces necesitan compañía. Esos que van de duros por la vida y que un día se derrumban. Porque todos somos fuertes hasta que llega algo que nos hace extremadamente débiles. Y no pasa nada por demostrarlo de vez en cuando.
Me gustan los que gritan, pero también los que callan. Porque todos, en algún momento, hemos gritado o hemos callado. No siempre estamos de un lado o del otro. A veces estamos en el medio, y debemos comprender a cada bando, porque algún día hemos pertenecido a él.
Me gustan aquellos que expresan su dolor. Que cuentan lo mal que lo han pasado en un momento puntual, o lo mucho que han sufrido por una persona o en alguna situación. No me creo a quienes están siempre felices, a quienes predican que su vida es perfecta y no tienen problemas.
Me gusta la gente comprometida, que defiende lo suyo y a los suyos. A quienes no les importa enfadarse y sacar la cara por algo o alguien que se lo merece. Aquellas personas que saben con quién pueden contar, y les protegen, cuidan y apoyan por encima de cualquier cosa.
Me gustan las imperfecciones. Los defectos, los puntos débiles de cada cuerpo y alma. No existe el ser humano que no haya fallado nunca. Que no tenga un "pero", que no se le pueda reprochar nada. Pero también me gustan las personas que reconocen sus errores y saben pedir perdón.


Este post no tiene canción. Este post no ha necesitado inspiración, porque así soy yo, esos son mis gustos. Y a quien no le guste, que se aleje. Porque estoy completamente segura de que si alguien reprocha alguno de estos puntos... a mí tampoco me gustará.